MPL: Red IRA y Autogestión
Por Christian Lozano Guilleminot
Fotografía por Alejandro Olivares
Publicado originalmente en Revista Anagénesis N.8, 2014.
“Cuando decidimos crear la red IRA, teníamos consciencia que estos inmuebles debían ser restaurados, que debían habilitarse los servicios básicos […], todo lo que en estos inmuebles se había saqueado y destruido. […] Pensamos entonces que cada persona que tuviese un oficio podía ser un formador […] y de ese modo ir preparando a nuestra gente para que tuviera el conocimiento y la técnica adecuada para poder trabajar. Es de esta manera que nuestra gente se capacita y aporta ayuda mutua para el mejoramiento de los IRA”. Héctor Rodríguez, revista Otra n°2.
Considerando el contexto de lucha por la vivienda, el MPL (Movimiento de Pobladores en Lucha) se sitúa como uno de los movimientos sociales de base precursores en cuanto a medidas de presión y acción, consolidando ejemplos de proyectos factibles y viables de una ciudad otra. En este sentido, no es sólo la lucha por conseguir un techo definitivo, es un movimiento que contiene un proyecto de sociedad cuyo horizonte se configura a partir de pilares esenciales para la vida humana: condiciones dignas de vida, un hacer-ciudad diferente y la figura de un nuevo poblador y de una nueva población. Durante el año 2010, luego de evidenciar la crisis habitacional post-terremoto (27F) y de agotar todas las posibilidades, recursos y conductos legales del estado, la asamblea del Barrio Franklin y Santiago Centro, cansada de la burocracia, toma la decisión de adoptar una estrategia radical, lo que posteriormente pasaría a consolidarse en la denominada Red IRA (Inmuebles Recuperados por Autogestión).
Con la contingencia habitacional, luego de aquel terremoto, y con el fortalecimiento de la asamblea “MPL Santiago Centro-Barrio Franklin”, se puso en marcha uno de los principios transversales para romper con la lógica del ordenamiento de la ciudad convencional: la consecución de la vivienda digna en los mismos centros de la ciudad, no en las periferias. Lo interesante del proceso que se comenzó a vivir es que esta asamblea comenzó a empoderarse y a tomar conciencia de sus propias capacidades, mediante una organización horizontal acompañada de un proceso educativo-popular cuyo objetivo fue generar el aprendizaje y el manejo apropiado de las materias relacionadas con las políticas de vivienda y el operar de las instituciones públicas involucradas. Pero la saturación de la paciente y esforzada labor de esta asamblea llegó a un punto crítico al constatar que, después de un año de trabajo y arrojo, no se había logrado nada por la vía legal. Se comprendió, entonces, que la lucha por la vivienda va más allá del Estado y de sus instancias formales: ya la vivienda no podía seguir “relegándose” a terceros, ni dejarla reposando en los tiempos estériles del servicio público. Era hora de dar una solución propia.
De esta manera, las familias y vecinos en condiciones de damnificados, junto a otros vecinos y familias en situación de allegamiento, hacinamiento y/o de mucha precariedad económica, se volcaron hacia la estrategia de acción que les permitiría avanzar y construir soluciones: el sondeo de inmuebles fiscales en desuso del sector y la puesta en práctica de dos nociones (vivienda transitoria y vivienda definitiva). El trasfondo de haber adoptado esta estrategia y estas nociones era -sigue siendo- muy simple: es sabido que la permanencia de todas las familias en sus barrios de toda la vida los obliga a pagar arriendos desorbitados debido al alto precio del suelo -sobre todo en lo que respecta al casco histórico de la ciudad-, pudiendo optar en la mayoría de los casos sólo a viviendas precarias y a condiciones de allegamiento y hacinamiento. La aspiración a viviendas sociales dignas en pleno centro y el sueño de la vivienda propia en la comuna en que se criaron, en que residen y trabajan, los empuja a la necesidad impuesta por el Estado de tener que ahorrar hasta cinco veces más que el monto mínimo que exige la postulación a subsidios habitacionales. La alta especulación inmobiliaria sobre el suelo y otros fenómenos sociourbanos como la gentrificación sostienen este modelo, exigiendo montos inalcanzables y una capacidad de ahorro inexistente. Por otra parte, la estrategia normalizada de compra y venta de inmuebles es prácticamente inviable en Santiago Centro por fondos subsidiarios desde la regularidad de un comité de vivienda, pues se prioriza el efectivo o dinero rápido, por sobre las complicaciones y burocratizaciones, mientras que el alto precio hace imposible la negociación. De acuerdo a esta lógica, las soluciones entregadas por el Gobierno y el sistema son el desplazamiento hacia las periferias.
De esta forma, basados en la vivienda transitoria que implica la recuperación del inmueble y su restauración para habitarlo, se dio una solución y se configuró una medida de presión, mientras las negociaciones se efectúan para lograr concretar un proyecto de vivienda social definitiva y una solución real. Es un desafío complejo, y para todas estas familias ha significado mucho sacrificio, pero siempre con una firme convicción. Es seguir con un mismo proceso, pero a otro ritmo, fuera de los canales regulares. No hay caridad, no hay asistencialismo. Los inmuebles son recuperados siempre con la intención de poder negociarlos, para posteriormente postular a los subsidios habitacionales y poder construir el proyecto de vivienda social definitiva. Hay autogestión, ayuda mutua y organización de base.
Pero habitar un IRA no es fácil. Por un lado, no pagar arriendo es una estrategia para que las familias tengan mayor capacidad de ahorro para la postulación a los subsidios habitacionales, así como para desarrollar un espíritu solidario de colaboración para la recuperación de un espacio propio y común, a través del trabajo denominado como ayuda mutua (intercambio de horas de trabajo por el derecho a habitar el inmueble). Por otro lado, la privacidad se corresponde con un espacio particular para cada familia (una habitación), no obstante, los espacios de cocina, baño, comedor y patio son espacios de uso común tanto de las familias que habitan el inmueble como del movimiento, lo cual implica responsabilidades y obligaciones. Por último, el respaldo del movimiento se da siempre dentro de un plano en donde la familia, como actor protagónico, debe cumplir con sus responsabilidades mínimas para la continuidad del proyecto, como son asistir a las instancias asamblearias y las convocatorias a manifestaciones, estar al día con el ahorro requerido para el subsidio, cumplir con la ayuda mutua, ser parte de los procesos de educación popular, defender los inmuebles, etc.
La autogestión en el contexto de un IRA es una herramienta-estrategia que sitúa a la familia en el lecho mismo del proceso. Se trata de que la persona, la familia y la comunidad se hagan conscientes de sus capacidades y aptitudes, compartiendo sus conocimientos y participando directamente en cada instancia tanto organizativa como de gestión y decisión. Para esto es crucial la educación popular y cada actividad que esté orientada a trabajar ciertas ideas y a incorporarlas a través del ejercicio intelectual y práctico, como talleres de formación o escuelas de oficio, organizadas y ejecutadas por las mismas familias, en donde conocimientos prácticos se ponen a disposición de todos. Es un acto de generosidad, pues los vecinos comparten su conocimiento y lo enseñan para que cada persona esté en condiciones de poder reparar problemas domésticos o de otro carácter sin tener que recurrir a un servicio pagado. Asimismo, para la recaudación de dinero necesario para la recuperación de inmuebles, además de asignar cuotas, las mismas familias gestionan actividades (peñas, bingos, comidas bailables) para saldar cuentas de los servicios básicos, compra de materiales para la refacción, etc. En última instancia, este marco de aprendizaje y educación les proporciona a las familias la habilidad para autogestionar sus propios recursos habitacionales y la posibilidad de tomar el rumbo de sus destinos con sus propias manos.
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