Okupa

Por El Salvaje de Borneo

Ilustración por Christian Sixis

Publicado originalmente en Revista Anagénesis N.8, 2014.

Siempre vimos o entendimos la autogestión como el hacerse cargo uno mismo de los problemas, sin mediadores ni autoridades de por medio. Sin embargo, la cosa es más compleja, sobre todo cuando se trata de llevarla a la práctica. La idea, por muy ortodoxa la concepción que se pueda tener, siempre es puesta a prueba por la realidad material y concreta.

Hace un par de años participé de una práctica autogestionada a través de la okupación de un inmueble con 3 amig@s y compañer@s, considerados como una verdadera familia. Vimos en aquella acción una instancia de poner en práctica aquella idea, en primer lugar como solución habitacional, y pensamos en abarcar otros aspectos según se fueran dando las circunstancias.

Todo funcionó bien durante un tiempo, pero las cosas tomaron un rumbo que no nos imaginamos, más que nada porque la idea que manejábamos de la okupación no consideraba ni siquiera el diálogo con los dueños del inmueble, cosa que se dio de manera amable y favorable. Jamás pensamos que cuando los encargados de la casa aparecieron, nos permitirían habitarla.

Como punto en contra, la okupación no era suficiente, porque a pesar de haber “resuelto” el problema de la vivienda seguíamos atados al sistema, dependíamos de él, teníamos una infinidad de vínculos con éste, algunos más concretos, otros más abstractos. Fue en ese momento donde pudimos comprobar empíricamente los límites y los alcances de una idea. Si bien es cierto que se puede resistir, eso no significa ganar ni liberarse, no era posible autogestionar la vida en su totalidad porque, de algún modo, nuestra identidad -por mucho que aborrezcamos el sistema- es producto de éste. Esa reflexión semi-inconsciente me dio la posibilidad de explorar otras aristas de lo que pensaba anteriormente. Como bien dice el dicho “otra cosa es con guitarra”, fue la práctica lo que nos permitió llegar a ese punto,  gracias a ello vislumbramos hacia dónde enfocarnos. Si bien no todo fue como en la teoría, tuvimos algunas nociones para llevar a cabo las cosas.

Sabemos que la práctica autogestionaria prescinde de autoridades, incluso de los beneficios que estos podrían ofrecernos, por lo tanto cualquier relación que surja entre sujetos participantes se da de forma horizontal, y siempre se dio así en nuestra experiencia de okupación. Siguiendo esta vía fue que se lograron montar algunos proyectos como una sala de ensayo.

En un principio tuvimos algunas dificultades cotidianas, precisamente porque en general no acostumbramos a participar de prácticas comunitarias diariamente, por lo que debimos buscar algunas estrategias para que la cosa funcionase, y finalmente lo logramos. Lo mismo sucedió con el tema de ordenar y mantener la casa. El contacto directo con el espacio nos permitió evaluar cómo iba funcionando todo. En un principio debimos repartir algunas funciones y horarios de manera estructurada, pero al cabo de un tiempo, superamos ese esquema y la cosa se autoreguló. Ese fue un triunfo, ahí se produjo una ganancia, algo que se despertó ya que no necesitábamos que alguien nos dijera qué hacer, ni siquiera entre nosotros.

Luego se montaron más proyectos, como la fabricación artesanal de jabón, un huerto y los talleres de serigrafía y bicicleta, que lamentablemente quedaron inconclusos porque se nos vino el desalojo, algo inevitable en cualquier okupación.

Esto nos da cuenta de la necesidad de crear instancias que defiendan activamente los espacios okupados, esperamos poder trabajar por ello nuevamente. La autogestión siempre fue un concepto fundamental, y más allá de una idea como dogma, ahora la asumo como una actitud y una postura frente a la realidad, como una especie de estrategia para defender la propia libertad.

Es arreglárselas por uno mismo, obviando bypasseando la burocracia de las autoridades de turno, los dogmas de la sociedad, los conductos regulares y regulados, incluso las trabas mentales, personales y colectivas. Para eso es necesario cuestionarlo todo, aunque eso signifique adoptar posturas que puedan ser perseguidas,  tratadas de “herejes” y ser quemadas en las “hogueras” de la sociedad contemporánea.

Por | 2018-12-07T20:48:49+00:00 diciembre 7th, 2018|Artículos|Sin comentarios

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