La importancia de la agricultura urbana
Por Percy Fuentes
Ilustración por Camila Fuentes Olavarría
Publicado originalmente en Revista Anagénesis N.8, 2014.
«Si quieres ser feliz una hora, emborráchate. Si quieres ser feliz un día, mata al cerdo. Si quieres ser feliz una semana, haz un viaje. Si quieres ser feliz un año, cásate. Si quieres ser feliz toda la vida, ten un huerto»
Proverbio Chino
Hoy en día el mundo está plagado de problemas. Éstos se agravan aún más en las ciudades debido a la sobrepoblación, la contaminación y a un sistema imperante que actúa sobre la naturaleza y su equilibrio ecológico, despilfarrando los recursos y promoviendo una producción y consumo descontrolados, como si el planeta fuese infinito. Pero lamentablemente tiene sus límites, y si seguimos con este ritmo desenfrenado, nuestras generaciones futuras escasamente lograrán conocer el planeta tal cual lo conocimos.
Una de las alternativas para hacer frente a esta problemática es la práctica agrícola urbana, la cual siempre ha formado parte del paisaje ciudadano. Durante estos últimos años en nuestro país los huertos urbanos han ganado importancia y adquiriendo nuevas características, las cuales se relacionan con la calidad de los productos que consumimos, el aprovechamiento del espacio público, la reutilización de residuos orgánicos, la educación ambiental, las relaciones sociales y la transformación social.
La agricultura urbana tiene la finalidad de aprovechar todos los espacios libres y desperdiciados -patios, azoteas, terrazas, corredores, lotes baldíos- para la siembra y cosecha de vegetales. Y ofrece muchas ventajas, como la nutrición, unión familiar, reducción de gastos en alimentación y, por sobre todo, nos acerca amigablemente al hábitat, siendo también un estímulo de gran valor educativo para los niños. Además, muchos de los vegetales que compramos vienen con algún grado de pesticidas, agroquímicos o herbicidas, lo que sin duda repercute en nuestra salud, llegando incluso algunos a ser cancerígenos.
Otro aspecto positivo de la agricultura urbana es el ahorro en el plano économico, pues a medida que las ciudades y la población crecen, los precios de los frutos se van encareciendo. Por ejemplo, entre el año 2005 y el 2008 el precio del trigo y del maiz se triplicó.
¿Han considerado ustedes todo el valor que puede llegar a contener una simple e inocente semilla? ¿Todo lo que puede generar si solamente se le da el mínimo cuidado que merece? Una de las constantes excusas para no cultivar nuestros alimentos es la falta del recurso tierra en las urbes. Sin embargo, basta tener un poco de imaginación y aprovechar los miles de residuos plásticos que diariamente se botan en nuestras calles, para generar los más diversos tipos de maceteros. Hay plantas con raíces pequeñas como el perejil, las lechugas o las acelgas que permiten ser plantadas hasta en una botella. Otro impedimento común es el gasto en agua que puede ocasionar esta actividad, pero para esto existen técnicas sencillas, como reutilizar el agua del lavamanos, de las duchas o del lavado de ropa, y así utilizarlas como agua de riego, sólo basta hacerla pasar por ripio o arena para filtrarla y quitarle sus agentes contaminantes.
Como pueden apreciar, es bastante sencilla esta actividad y tiene variados aspectos beneficiosos para la vida cotidiana. En un principio quizás les cueste involucrarse con esta práctica natural, pero creánme que apenas vean sus primeras cosechas, el golpe anímico y emocional será maravilloso. Y a medida que pase el tiempo, se animarán a cultivar nuevos frutos, a ampliar su huerta o incluso a coordinar una de mayor envergadura en su comunidad.
Les dejo la invitación hecha, estimados lectores, pues el verdadero cambio está también en nuestras acciones diarias, en nuestro compromiso con el entorno, y está en nosotros aprovechar este tipo de iniciativas para hacer de este planeta, de este país, de esta ciudad, de este barrio, un lugar más ameno y digno para vivir.
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