Municipalismo Libertario
Extracto del trabajo de Murray Bookchin (1921-2006)
Citado por Carlos Taibo en Libertari@s, pp. 124-126.
Publicado originalmente en Revista Anagénesis N.8, 2014.
El municipalismo libertario plantea una forma de propiedad pública que es eso: realmente pública. La política económica que propone como alternativa no se asienta ni en la propiedad privada ni en la dispersión en provecho de pequeños colectivos o en la nacionalización, sino, antes bien, en la municipalización, esto es, en la propiedad y el control ejercidos por la comunidad.
Tal municipalización de la economía acarrea la “propiedad” y la dirección de aquella por los ciudadanos de la comunidad. La propiedad, tanto de la tierra como de las industrias, no será gestionada de forma privada, sino que quedará bajo el pleno control desarrollado por los ciudadanos en sus asambleas. Estos se convertirán así en propietarios colectivos de los recursos económicos de su comunidad, de tal suerte que establecerán y aprobarán la política económica correspondiente. Serán ellos, y no los burócratas o los capitalistas, quienes tomen las decisiones respecto a la vida económica.
(…) El propósito del municipalismo libertario es resucitar la política en el sentido más antiguo de la palabra, esto es, el vinculado con la necesidad de construir y extender la democracia directa local, de tal forma que los ciudadanos a pie adopten decisiones que afecten a sus comunidades y a la sociedad en su conjunto. En modo alguno cabe confundir esto con un esfuerzo encaminado a acrecentar la participación de los ciudadanos en los procesos del Estado republicano. Tampoco se trata de una invocación para propiciar una mayor participación en las próximas elecciones, una movilización ciudadana que influya en el contenido de las leyes (escriba usted a su diputado), una ampliación del empleo de recursos como la iniciativa popular o el referéndum, o una campaña realizada con el propósito de “democratizar” el Estado-nación. No es éste, por otra parte, un intento de sustituir el sistema electoral basado en el principio de que “el ganador se lo lleva todo” –propio de Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá– por fórmulas de representación proporcional que permitan que los miembros de los partidos pequeños, o no mayoritarios, alcancen escaños conforme al porcentaje de votos obtenido. La propuesta no aspira, en fin, a adornar con detalles prescindibles los “velos democráticos” y a conseguir “reformas democráticas”. Aún menos pretende conseguir que hombres y mujeres participen de forma activa en una estructura que, disfrazada para simular lo contrario, ha sido perfilada para controlarlos. El municipalismo libertario es, de hecho, la antítesis del Estado, toda vez que este último se antoja incompatible con la autogestión comunitaria y con un ámbito cívico floreciente.
(…) En una sociedades ecológica, las asambleas municipales que ejercerán la democracia directa elegirán a sus delegados para que les sirvan en un consejo confederal. Este último será un congreso de delegados procedentes de las diferentes asambleas municipales. (…) El consejo disfrutará de poco poder en sí mismo y se limitará a sacar adelante la voluntad de las asambleas municipales.
Los delegados tendrán, por añadidura, órdenes estrictas de votar con arreglo a los deseos de las asambleas de origen, que les darán instrucciones precisas por escrito. No tendrán permiso para adoptar decisiones políticas al margen de esas instrucciones. Plenamente responsables ante las asambleas de ciudadanos, podrán ser revocados en caso que violen su mandato.
Más que adoptar decisiones políticas por sí mismo, el consejo federal responderá fundamentalmente a propósitos administrativos, y en singular el de coordinar y ejecutar las políticas formuladas por las asambleas.
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